domingo, 21 de julio de 2019

“SU CORAZÓN LANGUIDECIENDO”


REFLEXIÓN Y RELATO CORTO…
“SU CORAZÓN LANGUIDECIENDO”

REFLEXIÓN…
TEXTO EXTRAIDO DE INFORMACIÓN VARIADA…
“…Los desahucios en España durante la crisis económica española de 2008-2018 hacen referencia al lanzamiento o desahucio de un gran número de ciudadanos y familias, en general vulnerables, por ejecución forzosa ante el impago de la hipoteca o alquiler. En la mayoría de los casos la vivienda había sido adquirida durante la burbuja inmobiliaria en España (1997-2007).
Según las estadísticas del primer trimestre de 2012 cada día se produjeron una media de 517 desahucios diarios en España. Lo que provocó un gran impacto social y mediático…”

ARTÍCULO 47 DE LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA:
“Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos“

ARTÍCULO 35 DE LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA:
“Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo.
La ley regulará un estatuto de los trabajadores”

¿Se cumplen estos artículos de la constitución? Efectivamente, hay una gran cantidad de defectos socio-políticos, que hacen que, los artículos que nos afectan directamente, sean más complicados de llevarse a buen fin. Ya hemos visto como se ha producido una gran cantidad de delitos de corrupción por parte de algunos de los dirigentes socio-políticos, desvíos económicos, y dinero que desaparece y no llega a la población, porque previamente han sido saqueados de las arcas públicas. Todo ese dinero, destinado a proyectos sociales y de generación de empleo y bienestar social, desaparece, no nos llega. Este es, entre otros, un aspecto que hace que los artículos arriba señalados no lleguen a cumplirse en su totalidad.





RELATO CORTO…
Aquella tarde, la lluvia resbalaba de forma impetuosa por la cristalera, me había sentado junto al gran ventanal de aquella afamada pero lúgubre cafetería antigua.
Sinceramente, era un día feo y yo no estaba de buen humor; y es que, este tipo de trabajo que realizaba para el despacho del Sr. Álvarez, me ponía siempre en una situación tensa, aunque sólo llevaba un mes trabajando, las ganas de desaparecer o hacerme invisible eran cada vez más preocupantes.
Hacía ya un buen rato que el reloj polvoriento y ajado que colgaba de la pared, había empezado a recordarme y a hacerme ver que estaba absorto y dándole vueltas a la taza de té vacía y al sobre amarillo con membrete, que había venido a entregar al dueño del local lo antes posible.
Me temblaban las manos, las rodillas… y no podía evitarlo.
Sabía, que por aquellas mesas y sillas arrugadas y despellejadas por el tiempo, se habían sentado numerosos artistas de gran renombre, y también grandes personalidades de los diferentes mundos de la cultura, la política y el “famoseo” de la ciudad.
Aquella cafetería, ya desguarnecida, había sido la fuente de inspiración de grandes experiencias musicales, idilios secretos, acuerdos políticos y tantas otras rocambolescas historias que ya sólo quedaban guarecidas en la memoria de Don Francisco.
Pero, todo eso ya se había marchitado, y lo que en su momento fue un local de moda y creador de tendencias para artistas y bohemios, ahora se había en un triste antro de borrachos y fracasados secos y enjutos como las pocas maderas carcomidas que aún se atrevían a permanecer de pie.
Todo permanecía en el mundo de los recuerdos, en el corazón ya viejo de Don Francisco e impreso por todas y cada una de aquellas paredes arañadas por paso del tiempo.
Por fin, tomé la decisión.
Me levanté con cierta energía y me acerqué a él.
- Don francisco, ¿Podría dedicarme unos minutos?
- Seguro que si joven, como ve, aquí cada vez queda menos trabajo.
- Mire, lo siento mucho, pero debo entregarle este documento y debe firmarlo aquí, como que lo ha recibido.
- Hace tiempo que esperaba este sobre, así podré descansar ya de estos borrachos y degradados cuerpos que sólo me traen recuerdos que ya no quiero.
Le entregué el documento de desahucio que le requería dejar el inmueble en veinticuatro horas. No se quejó, ni siquiera puso algún tipo de resistencia, lo cual, me asombró porque no era una actitud normal.
- ¿Se encuentra bien Don Francisco?
- Si joven, estoy preparado. Mañana mismo dejaré este oscuro lugar, así que su jefe puede estar tranquilo. Quizá le traiga a él los buenos recuerdos que a mí ya no me aporta.
- Gracias Señor, le deseo mucha suerte.
- No joven, la suerte, se la deseo yo a usted, este trabajo que usted desempeña, hará que poco a poco su corazón vaya languideciendo. ¡No lo olvide nunca!
…Me fui con esas palabras en mi cabeza, dándole vueltas y más vueltas.
Pasaron varios días después de que se hubiera producido este encuentro, y la verdad que fui normalizando y olvidando la situación.
Una semana después, volví a pasar, por casualidad, cerca de la vieja cafetería.
Estaba cerrada y se veía demasiado deteriorada, cosa que me extrañó, porque sólo había pasado una semana.
Como no vi a nadie, pregunté en la sombrerería de al lado por el señor.
- ¡Buenos días, disculpe! ¿Sabría usted decirme si sabe algo de Don francisco? El Señor de la cafetería de al lado.
- ¡Buenos días joven! ¿Pregunta usted por Don Francisco?
- Sí, es que le entregué hace unos días unos papeles importantes y quería saber cómo se encontraba.
- ¿Está usted seguro? Porque Don Francisco lleva ya tres años muerto.
- ¿Cómo? Pero si hace una semana estuve con él, hablando y entregándole una resolución. Esto debe ser un error.
- Eso no lo sé, pero hace ya tres años que lo encontraron muerto en la cafetería. Había sufrido un infarto y lo encontraron muerto y tirado en el suelo, tenía la mano derecha en su pecho, y en la mano izquierda un sobre amarillo. Después se supo que lo habían desahuciado, fue el despacho de su propio hermano el que se encargó de su caso.
- ¡No puedo creerlo!
- Eso es lo que pasó, joven. ¿Se encuentra bien?
- Sí si, disculpe…
Casi sin mediar una palabra más, salí de allí casi corriendo, no entendía nada. Seguro que había un error. Parecía una broma pesada.
Y de repente… Volvieron a sonar esas palabras en mi cabeza…
“Su corazón languideciendo”  “Su corazón languideciendo”
Han pasado ya casi seis años de esta historia, ahora tengo mi propio despacho, especializado en la defensa de los desahucios.



Todos mis buenos deseos para las personas que hemos padecido, padecemos o podamos padecer cualquier tipo de merma en los derechos tanto constitucionales como de los DD.HH.

JAGJ © 2019 JUAN ANTONIO GÓMEZ JEREZ…

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